En el ecosistema startup actual existe una obsesión por las métricas de vanidad. Vemos startups presumiendo de números de captación en lugar de retención, o celebrando grandes rondas de financiación como si fueran el objetivo final. Como profesional que lleva desde 2017 en el sector, quiero compartir una realidad diferente: la startup ideal es aquella que levanta menos capital y se sostiene por sí misma.
Entiendo perfectamente el esfuerzo titánico que supone levantar una ronda. Cuando un fundador lo consigue, merece una sincera enhorabuena. Sin embargo, debemos cambiar la mentalidad de «como levanté X, ahora tengo que levantar 4X». Esta forma de pensar nos lleva a exagerar gastos y valoraciones que, aunque suenan bien a corto plazo, pueden crear problemas serios en año y medio.
El enfoque correcto es exactamente el contrario. En The Startup CFO, cuando un cliente nos pide un plan de negocio para levantar 8 millones de euros, nuestra primera pregunta es: «¿Qué quieres lograr?». A partir de ahí, analizamos los gastos necesarios y determinamos cuánto capital hay que levantar. La financiación debe seguir a la estrategia, no al revés.