Pyme

Este término hace referencia, en definitiva, a todas aquellas compañías de tamaño reducido cuyas características (principalmente, su facturación y cantidad de empleados) las diferencian de las grandes empresas y corporaciones. Se trata de un ecosistema empresarial de vital importancia para las economías de los países.

Según los datos del INE, el número de pymes en España asciende a más de 3 millones con una cantidad de trabajadores que supera los 13 millones. Las pequeñas y medianas empresas españolas están formadas por negocios mayormente comerciales, aunque también hay una amplia representación de compañías que se dedican a la construcción y la manufactura.

Una de las preguntas más habituales a la hora de hablar de pymes suele ser: ¿cuántos trabajadores tiene una pequeña y mediana empresa? Sin embargo, esto es algo que puede variar dependiendo de la zona geográfica o del país.

En España se considera pequeña empresa toda aquella que tenga menos de 50 empleados, mientras que la mediana empresa puede llegar hasta los 250 trabajadores. Algo que contrasta con otras áreas: en Estados Unidos, por ejemplo, se considera pyme toda empresa con menos de 500 empleados.

Esta falta de uniformidad puede conducir a confusiones, sobre todo en el caso de que una empresa intente acceder a ayudas a pymes. Es recomendable, por lo tanto, comprobar cuál es el umbral de trabajadores que define a la pequeña y mediana empresa en la zona en la que se esté intentando obtener ayuda económica.

La facturación y la cantidad de empleados son los principales rasgos definitorios de las pymes, pero no los únicos. A continuación tienes las principales características de las pequeñas y medianas empresas:

• Estructura empresarial sencilla y flexible con un tamaño y dimensión reducida.
• Mayor capacidad de adaptación ante los cambios del mercado.
• Financiación limitada, ya que las pymes suelen tener menos recursos económicos y más dificultad a la hora de acceder a fuentes de financiamiento.
• Estímulo de la creatividad, algo que suele pasar cuando se tienen recursos limitados.
• Cultura empresarial próxima a las personas, tanto en lo que respecta a los trabajadores como a los clientes.
• Gran autonomía e independencia gracias a no estar asociadas a otras grandes empresas o corporaciones.

Aunque pudiera parecer que los dos únicos tipos de pymes son las pequeñas y las medianas empresas, también es necesario tener en cuenta las micropymes o microempresas.

Una micropyme o microempresa es toda aquella estructura empresarial con menos de 10 trabajadores y una facturación anual inferior a los 2 millones de euros anuales. Son empresas con una estructura simple y sin departamentos en las que los trabajadores desempeñan funciones poco diferenciadas.

Suelen ser pymes dirigidas a nichos comerciales específicos, mayormente locales. Entre este tipo de empresas se encuentran los pequeños comercios, los talleres, los negocios familiares y los servicios personales, todos ellos con un volumen de ventas manejable.

Por desgracia, hay que reconocer que la micropyme o microempresa es la pyme con mayor índice de mortalidad, aunque también destaca por tener un gran potencial de crecimiento.

Una pequeña empresa es aquella que cuenta con menos de 50 empleados y una facturación anual que no supere los 10 millones de euros. Sigue siendo una compañía de estructura simple y tamaño reducido en la que el propietario encabeza todas las áreas.

Suelen ser negocios con un enfoque artesanal enfocado a un nicho de mercado concreto, por lo que nos estamos refiriendo talleres, comercios de barrios, pequeñas consultorías o estudios de diseño, por poner algunos ejemplos. Son empresas muy flexibles, pero también altamente vulnerables a las fluctuaciones económicas.

Una mediana empresa es aquella que cuenta con un número de trabajadores inferior a 250 y una facturación anual de hasta 50 millones o, en su defecto, un balance máximo de 43 millones. Son compañías de estructuras más complejas en las que se identifican diferentes departamentos y niveles jerárquicos.

Esta mayor estructura proporciona a la mediana empresa un mejor posicionamiento en el mercado, un volumen de ventas superior e incluso una relación directa como proveedores de las grandes compañías. Suelen ser pequeñas industrias o constructoras regionales que tienen un mayor índice de rentabilidad, aunque también se enfrentan a otros retos como, por ejemplo, la internacionalización.

Vistas las pymes según el número de trabajadores y facturación, no está de más abordar el hecho de que este tipo de empresas también pueden calificarse según la actividad económica (independientemente de su volumen de ventas). Y que, dentro de esta calificación, hay algunas que destacan especialmente:

1. Pymes industriales especializadas en la producción o manufacturación de bienes.
2. Pymes comerciales dedicadas a la compra y venta de productos, lo que incluiría a minoristas, mayoristas y comerciantes en general.
3. Pymes de servicios que ofrecen servicios en vez de bienes.
4. Pymes agrícolas consagradas a la producción, procesamiento o venta de productos agrícolas.

Aunque ya hemos visto algunos ejemplos en cada una de las definiciones, a continuación tienes una tabla en la que entenderás sus características de forma mucho más clara:

Como cualquier otro tipo de empresa, una pyme tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Entre las ventajas hay que tener en cuenta la siguiente lista:

1. Flexibilidad y agilidad para adaptarse a los cambios del mercado y las necesidades de los clientes.
2. Proximidad con los clientes, a los que es posible ofrecer un trato más personalizado y humano.
3. Mayor capacidad de innovación derivada de la especialización en nichos de mercado específicos.
4. Fomento del emprendimiento y el autoempleo como alternativa laboral.
5. Preservación de empleo artesanal imposible en compañías de estructuras más grandes.
6. Protección de valores como la iniciativa personal, la creatividad o la apuesta por proyectos innovadores.
7. Estímulo de la responsabilidad social y del compromiso con el entorno cercano.

Entre los inconvenientes hay que mencionar los siguientes:

1. Mayor vulnerabilidad a cambios económicos.
2. Menor capacidad para hacer frente a situaciones de crisis.
3. Dificultad para acceder a fuentes de financiación.
4. Escasa especialización de empleo y diversificación de riesgos.
5. Falta de profesionalización en comparación a estructuras más optimizadas.
6. Alta dependencia del entorno y del sector económico en el que desarrollan su actividad profesional.
7. Problemas a la hora de retener al talento ante las ofertas mayores de grandes multinacionales.
8. Altos índices de rotación y mortalidad empresarial en los primeros años de actividad.