¿Qué impuestos paga un autónomo en España?

La vida del trabajador por cuenta propia no es fácil: es necesario tener mucha autodisciplina, dedicación, tesón… y un buen puñado de conocimientos sobre cuestiones legales y fiscales. Es por eso por lo que, al iniciar su andadura, muchos de estos profesionales se preguntan: ¿qué impuestos paga un autónomo en España?

Y existen dos respuestas para esta pregunta: la sencilla… y la no tan sencilla. La sencilla sería que los trabajadores por cuenta propia deben pagar dos impuestos: el IVA y el IRPF. Pero la cosa se complica si consideramos que la cuota de autónomos no es un impuesto, pero igualmente hay que pagarlo religiosamente. Por eso mismo también lo contemplaremos en este artículo.

El IVA no es un impuesto directo: en verdad, este tributo se aplica sobre el consumidor y el autónomo es mero intermediario entre el consumidor y Hacienda. Dicho de otra forma: el trabajador por cuenta propia debe repercutir el IVA en sus clientes y después abonarlo a Hacienda.

La correcta gestión del Impuesto sobre el Valor Añadido es esencial, ya que cualquier tipo de error o descuido en su declaración puede derivar en sanciones por parte de Hacienda. Además, un manejo eficiente de este tributo influirá directamente en la liquidez y planificación financiera del autónomo, lo que afecta positivamente a la rentabilidad de su actividad profesional.

Como ya ha quedado claro, el IVA es un impuesto que se aplica al consumidor, sino que el autónomo realmente actúa como intermediario entre este mismo consumidor y Hacienda. Esto obliga a diferenciar entre dos variantes de este impuesto:

1. IVA repercutido es el que repercute el autónomo en las facturas emitidas. Lo más habitual es que su base imponible sea del 21 %, por lo que el profesional deberá sumar este porcentaje a todas las facturas que emita a sus clientes.
2. IVA soportado es el que el autónomo paga en sus facturas recibidas (es decir: todas las facturas enviadas por sus proveedores). El profesional puede deducir un porcentaje de todas aquellas facturas de bienes o servicios que sean esenciales para que desarrolle su actividad.

Más allá de la división entre IVA repercutido e IVA soportado, existen tres tipos de Impuesto sobre el Valor Añadido que hay que tener cuenta, ya que el autónomo se acogerá a uno u otro dependiendo de sus propias circunstancias:

1. IVA superreducido del 4 %. Solo se aplica a productos de primera necesidad como los alimentos (pan, leche, harinas, cereales, frutas, verduras, quesos, huevos, etc.), medicamentos, libros, periódicos, revistas, artículos para personas con diversidad y viviendas de protección oficial (VPO).
2. IVA reducido del 10 %. Se aplica a bienes como los alimentos que no son de primera necesidad o los artículos para agricultura y ganadería. También se aplica a servicios como la hostelería, balnearios, transporte terrestre, restaurantes, tratamiento de residuos, exposiciones, ferias y algunas actividades culturales como museos, bibliotecas o galerías, entre muchos otros.
3. IVA general del 21 %. Se aplica a todos los bienes y servicios no incluidos en los anteriores tipos de IVA.

Un autónomo debe realizar cuatro declaraciones del IVA al año, una por cada trimestre, según el siguiente calendario:

Esta declaración se tramita usando el modelo 303, donde el autónomo liquida el IVA trimestral a partir de una sencilla operación en la que se resta el IVA de sus ingresos y el IVA de sus gastos. El resultado puede ser:

• Positivo: si el IVA de los ingresos es superior al de los gastos, el autónomo deberá pagar la diferencia a Hacienda.
  
  
• Negativo: si el IVA de los ingresos es inferior al de los gastos, Hacienda no devuelve esa diferencia, sino que se compensa en la siguiente declaración. En caso de que, al llegar al cuarto trimestre, el resultado siga siendo negativo, el trabajador por cuenta propia tiene dos opciones: solicitar la devolución del IVA (que se integra en la declaración de enero) o compensarlo en la siguiente declaración (la de abril).

A esta liquidación trimestral, el autónomo debe sumar la presentación de un resumen informativo anual que se declara con el modelo 390 en el mes de enero. Al ser meramente informativo, el profesional no debe realizar ningún pago, sino que se limita a comunicar a Hacienda los diferentes pagos de IVA que ha realizado cada trimestre del año anterior.

Este tributo sirve para regular la totalidad de los rendimientos económicos del trabajador por cuenta propia durante un año fiscal concreto. Puede incluir desde los habituales beneficios empresariales generados por su actividad profesional hasta otros ingresos como alquileres e inversiones.

Para un autónomo, el IRPF es especialmente importante porque tiene un impacto directo en los ingresos que obtiene de su actividad empresarial. De esta forma, este impuesto destaca como un indicador de la c arga fiscal que el contribuyente debe asumir, lo que influye de forma directa y significativa en su capacidad para generar ahorros y reinvertir en su negocio.

El Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas se tributa de forma anual en la declaración de la renta. La gran mayoría de autónomos, sin embargo, también están obligados a hacer una declaración trimestral de IRPF.

De esta forma, el tributo a pagar depende directamente de las ganancias del autónomo (es decir: sus rendimientos netos). Estas ganancias se calculan de forma tan simple como restando los gastos deducibles al total de ingresos.

El nivel de rendimientos netos será el factor que determine el tramo de IRPF en el que deberá tributar el autónomo. A cada tramo le corresponde un porcentaje diferente de impuesto a pagar, aunque existen otros factores que también pueden influir:

1. Situación personal. Existen rebajas fiscales para autónomos jóvenes o para aquellos con una diversidad igual o superior al 33 %.
2. Circunstancias familiares. Tener hijos de determinadas edades puede influir directamente.
3. Comunidad autónoma. El tramo autonómico varía según la comunidad, aunque el estatal es igual para todos los autónomos.
4. Nuevos autónomos (con menos de dos años de actividad). Tiene derecho a la tarifa plana.

A grosso modo, puede afirmarse que los pagos fraccionados del IRPF consisten en tributar un porcentaje variable de los rendimientos netos de cada trimestre. Por lo tanto, este cálculo consta de dos pasos:

• Primero, definir los rendimientos netos restando los gastos deducibles de la actividad profesional al total de ingresos del autónomo.
  
  
• Segundo, calcular el porcentaje a tributar dependiendo del tramo en el que se encuentre el profesional.

Llegados a este punto, el cálculo puede verse afectado por las deducciones aplicadas por Hacienda. Estas pueden ser:

• Retenciones de ingresos derivados de las facturas con retención que se hayan emitido desde el 1 de enero hasta el último día del trimestre que se está declarando.
  
  
• Pagos fraccionados presentados en las declaraciones previas del año en curso. Los autónomos con rendimientos netos anuales inferiores a 12 000 € están exentos de estas fracciones.

En cuanto a las facturas con retención, estas son obligatorias para todos aquellos trabajadores por cuenta propia cuyo negocio se base en una actividad profesional o artística y que, a su vez, facturen a clientes que también sean personas jurídicas (es decir: autónomos o empresas). Lo habitual es que estas facturas retengan un tipo general del 15 %, aunque los nuevos autónomos pueden retener un 7 % durante sus primeros tres años de actividad.

Los pagos fraccionados del IRPF se tributan a través del modelo 130 o, en el caso exclusivo de los autónomos en módulos, el modelo 131. Estos modelos se presentan en las mismas fechas que el modelo 303:

Aunque esta cuota no es un impuesto propiamente dicho, sí que es un gasto fijo esencial que impacta directamente en las finanzas de los autónomos. Representa un desembolso mensual fijo, y su peso sobre el total de los ingresos puede variar significativamente dependiendo de la rentabilidad de la actividad profesional del trabajador por cuenta propia.

El importe de la cuota de autónomo varía según la base de cotización elegida por el trabajador. Los autónomos tienen la posibilidad de escoger entre una base mínima y una máxima de cotización, lo que determinará el monto final de su cuota mensual. Elegir una base de cotización más alta incrementa el coste de la cuota, pero también proporciona mejores prestaciones en el futuro (como, por ejemplo, una pensión más elevada).

El proceso para pagar la cuota de autónomo es relativamente sencillo y se puede resumirse en un total de cuatro pasos:

1. Elección de la base de cotización. Antes de iniciar su actividad profesional, el autónomo debe escoger el tramo en el que va a cotizar, lo que influirá directamente en el importe de su cuota.

2. Alta en el RETA. Acto seguido, el profesional debe darse de alta en el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA) a través de la Seguridad Social. Este proceso se puede realizar de forma online o en las oficinas de la misma Seguridad Social.

3. Domiciliación bancaria. La forma más común de pagar la cuota de autónomo es mediante una domiciliación bancaria. En este caso, es necesario proporcionar un número de cuenta bancaria en el que se cargarán automáticamente las cuotas mes a mes.

4. Control y revisión. Es recomendable revisar regularmente los recibos y estar atento a cualquier comunicación de la Seguridad Social, especialmente en el caso de que el autónomo decida cambiar su base de cotización o haya cambios legislativos que afecten a las cuotas.

«¿Cuánto debe pagar al mes un autónomo en España?» es, probablemente, la pregunta que se hacen todos los nuevos trabajadores por cuenta propia. Pero seamos sinceros: es una cuestión imposible de responder porque, al fin y al cabo, el importe total que debe pagar un autónomo cada mes es variable y depende de múltiples factores.

La carga financiera de un autónomo no se limita únicamente a su cuota mensual a la Seguridad Social, sino que también incluye los impuestos derivados de su actividad (como el IRPF y el IVA) que varían mes a mes según el volumen de negocio. Esta combinación de costes fijos y variables hace que el total a pagar pueda fluctuar significativamente.

Los factores principales que determinan el total mensual a pagar por un autónomo incluyen:

1. Base de cotización a la Seguridad Social, que incide directamente sobre la cuota de autónomo mensual.
2. Ingresos brutos, que determinan el IRPF a pagar con una tasa que varía según el tramo de ingresos.
3. Gastos deducibles, que influyen sobre la base imponible del IRPF reduciendo potencialmente el total a pagar.
4. Actividad económica y régimen de IVA aplicable, que influye en el IVA a repercutir en las facturas y el IVA deducible en gastos, afectando de esta forma al flujo de caja.
5. Bonificaciones y tarifas planas disponibles tanto para la cuota de autónomo como en determinadas circunstancias fiscales.